4/5/07

CaRaCoLeS

Yo no se si pensaría que estaba poseída o era un mal de ojo, pero el caso es que me apareció una berruga grande y fea desde hacía unos meses en una ceja. Yo insistía en ir al médico pero esta mujer de cabeza dura se empeñó en que viera un curandero, y por no escucharla durante semanas, accedí a acompañarla. Creo recordar que era una casa vieja en una de las callejuelas de la calle las Cañas. Al pasar el umbral olía a humedad y era como entrar en casa de la abuela, viejos muebles estancados en la temporalidad. Un hombre se acercó a charlar y me llevó a solas a una habitación. Yo alucinaba con el misterio. Me dijo que me fuera al campo y buscara un caracol, restregara su baba por mi berruga y lo lanzara hacia atrás pronunciando una oración (que ahora ya ni recuerdo) sin volverme a buscar donde había caído. Tampoco podía contarle a nadie esta conversación. Me pareció de lo más absurdo. Este señor pedía "la voluntad" por sus consejos, por los que fue remunerado. Intenté explicarle a mi madre que le sacaban dinero a la gente con su puritanismo "barato" y le aconsejé que no volviera. Creo que no lo ha hecho, aunque también se que si sintiera la necesidad espiritual, lo haría.

Me fui al médico un par de días después como yo quería: me hicieron click, me pringaron con un líquido negro que quemaba y problema solucionado. Ahora, unos años más tarde, nos venden en tarritos la baba de caracol con propiedades cicatrizantes, antisépticas, lubricantes y regeneradoras de la piel, por no comentar que el caracol está alcanzando cuotas inusitadas a nivel gastronómico. Ahora yo recuerdo, y pienso, que este señor conocía las propiedades de plantas y animales, y con esa “sabiduría” de la medicina natural, obraba “milagros” haciéndose llamar Curandero para aprovecharse de la ingenua fe cristiana.


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